viernes, 20 de mayo de 2022

Relato de terror: La máscara. Christopher Valdeir.

 

La máscara.
Ilustracion: Christopher Valdeir.

Sobre el autor:

   Con 25 años, es un pintor, escritor y artesano costarricense. Actualmente cursa la licenciatura en la Universidad Estadal a Distancia (UNED). Ha ilustrado libros y diseñado portadas para escritores de su región. Asimismo, ganó el Certamen Literario Brunca 2020 en cuento regional y portadas para dicho concurso 2020 y 2021.  

      Es de mi agrado, tener la oportunidad de conocer a Christopher... que tenga la confianza de hacerme llegar su relato y me permita publicarlo aqui en el blog; justamente lo conoci en el grupo de facebook "El espejo gotico"... Asi que sin mas, los invito a disfrutar y ojo...

¡Cuidado con lo que te llevas a casa!

La máscara. Christopher Valdeir.
Foto: El lector peregrino

La máscara.

   Jonathan Wright fue un ávido lector y escritor costarricense. Además, desempeñó la labor de pintor. En cada una de sus áreas, todas estaban dirigidas al mundo de la fantasía. Sus obras estaban dando de qué hablar a pesar de tener una edad “temprana”, pero con una suficiente madurez artística. Por muchas y muchos era visto como una promesa de ser alguien que formaría parte de ese repertorio amplio, pero sin fin de personajes reconocidos y exitosos.


 Era un sujeto extravagante, vivía solo en un apartamento barato, manteniendo comunicación con sus familiares y escasos amigos a distancia. Adicionalmente, lograba costearse los gastos con la beca universitaria y trabajos esporádicos que vendía. La verdad era un tipo introvertido e interesante. Era un estudiante de economía, cuya carrera es necesaria y fascinante. Coleccionaba cosas raras y una cuantiosa cantidad de libros de terror. Poe, Lovecraft, algunos textos de Cortázar, E.F. Benson, entre otros nombres encabezaban la lista. Se sentía algo aburrido de no tener una nueva obra que poder leer y de ella sustraer nueva terminología.


  Decidió ir a comprar algo para mitigar el aburrimiento. Fue una tarde lívida, cuando iba paseando su alargada sombra por la avenida. Notó un nuevo local, algo de extrañezas y antigüedades. No lo pensó mucho y se dirigió a curiosear. En efecto, sus ojos brillaron con los artículos que veía, se fascinó aún más con una máscara pálida. El diseño era algo simple y espectral. La mueca cadavérica, recordaba una infinita angustia y también al vampirismo. Preguntó al oferente, -un señor algo arrugado, de unos 60 años, quizás menos, de aspecto elegante, aunque misterioso- Cual era el valor, deseaba comprarla.

  -la verdad estamos recién abriendo el local, esa careta no la había visto antes. Quizás fue del personal que ayudó a la mudanza. No la han reclamado, supongo que la olvidaron, pero como veo que la quieres, llévatela. Es gratis. - le contestó

  En seguida, Wright, yacía en un éxtasis de felicidad, pensaba utilizarla en alguna broma venidera o como fuente de inspiración. En ocasiones, una máscara representa una oportunidad para darse a los placeres ilícitos. La colocó sobre su cama, cumpliendo una función similar a los atrapa sueños. Esa misma noche, sus visiones se plagaron de situaciones adversas y sentimientos cercanos al terror. Despertó en la madrugada, irónicamente contento porque tenía nuevo material por escribir y desarrollar.

  Y así sucedió durante meses, que despertaba en la madrugada, siempre a la misma hora. El deterioro iniciaba porque la vigilia superaba su contrapartida y pues, la realidad se convertía en un plano gradualmente difuso. En todas las ensoñaciones eran cada vez más insípidas. Ahora, aquello que lo incitaba abrir los ojos en medio de la oscuridad y el frio, eran manifestaciones físicas. Doliente de una debilidad se dispuso a investigar. Porque desde que adquirió la máscara, su salud se estaba drenando.

  Los ruidos que lo motivó a encender las luces, creía ser producto de un gato furtivo o un ladrón, pero no había nada. Se sobresaltó porque le golpearon la puerta de su habitación, sin haber viento alguno. Vio el rostro blanquecino sobre su cama, desde el día que lo trajo. Jonathan se reprochó asimismo el miedo y tener que esquivar la mirada de las cuencas vacías. Porque dentro de su superstición sentía ser observado. Entonces quitó la careta, ocultándola en unas cajas de cartón, que estaban en su biblioteca. Desconfiadamente se acostó y durmió por el cansancio. Al levantarse, se movió más pesado, torpe y con descuido. Su piel iba adquiriendo leves arrugas y resequedad anormal. Las comidas no le sustentaban bien del mar de pensamientos relevantes y ficticios.

  Los fenómenos paranormales no terminaban. Muebles, vasos y libros yacían en posturas raras o un ser invisible los movía rápidamente. Wright, estaba hartándose de la máscara y empezó a volverse un poco paranoico. Ya no estaba en la caja, de donde la dejó. Ahora se visualizaba sobre la cama, tal y como la puso el primer día en que fue traída a la casa. En instantes dudó de lo que estaba viviendo. Examinó su cuerpo para la detección de un pinchazo o marcas de colmillos como si fuese la presa de un vampiro. No encontró nada. Pensó en regresarla con el hombre que se la dio.

  Con mucha lentitud y una fatigosa caminata, -la cual antes recorría brevemente- se destinaba a la tienda de antigüedades. El local ni mucho menos el Señor que se la regaló no estaban. Ahora era ocupado por un despacho de contabilidad. Interrogó si sabían del negocio que hubo previamente, pero los contadores negaron tener conocimiento. Agradeció fingidamente. Al regresar, optó por poner la máscara en una esquina con la frase “gratis” al reverso. Abandonó el objeto.

   En aparente tranquilidad, los días fueron pasando, estaba mejorando. Su cuerpo poseía mayor vitalidad, pero su voz aún tenía leves matices de desgano. Alarmó un poco a sus parientes, mediante vía telefónica. Estos prometieron hacerle una visita, a fin de cuentas, las vacaciones se acercaban.

   Para los últimos exámenes finales y otras pinturas pendientes no lograba concentrarse ni mucho menos comprometerse del todo. Sentía un agotamiento, tanto mental como espiritual. Entonces volvió ese periodo de pesadillas nocturnas y ruidos amortiguados. Se horrorizó al ver en una de sus visiones ser acechado por una figura encapuchada, flexible y de cara blanca. Pensó en mudarse, pero prefirió confrontar la amenaza. Tenía conocimientos muy básicos de limpieza espiritual. Los resultados no fueron los deseados. Los eventos poltergeist no cesaron y como un balde de agua fría presenció que la máscara nuevamente estaba apoyada en la pared, encima de su cama. Se aproximó al rostro para desterrarlo, cuando oyó de nuevo una sucesión de pasos apagados. Se enfrió porque cada vez tomaban velocidad, ¡estaban corriendo hacia él! Volteó y no hubo presencia. En medio de la ola de psicosis tenía dos opciones: enterrar el objeto o quemarlo. Escogió la segunda alternativa y tuvo un desafortunado descubrimiento, la máscara no presentó daño alguno. Aunque se llenó de hollín, en escasos minutos cobró las mismas cualidades. Wright estaba cada vez más débil y arrugado. Era como si una seria enfermedad se había despertado en él. Aunque quisiera no podía ni siquiera responder las llamadas telefónicas de sus parientes y pocas amistades.

   Reunió los últimos esfuerzos. Tomó un martillo e hizo añicos la cara blanca y maligna. No pudo salir a eliminar los escombros, por la debilidad y temblor en sus extremidades. Planeaba sepultar los fragmentos, pero cayó en un pesado sopor. Era más de medio día cuando abrió los ojos. En un choque de espasmo helado y tétrico observó que la maldita máscara yacía intacta. Su postura estaba al frente, burlándose mudamente. Wright estaba mal. Percibió nuevos pasos, pensó en una esperanzadora ayuda y se equivocó. Cerca de la sala, se alzaba una figura vigilante, refugiada de escasas sombras. Era el sujeto de la tienda de antigüedades estaba allí, viéndolo tirado al suelo. Jonathan identificó que estaba rejuvenecido, con las mismas ropas formales.

   -Gracias amigo por tus servicios, pero ya no me eres útil. Me llevo lo que es mío- comentó el extraño hombre mientras tomaba la máscara. Y así como apareció, de la misma forma el intruso desapareció con una risa estruendosa.

   Carecieron las palabras, los gritos o movimientos de defensa. Fue una larga agonía, Wright estaba debatiéndose y a la vez enloqueciendo hasta que sufrió una falla cardiaca. Minutos después entraron al cubículo. Los familiares encontraron el cuerpo arrugado sobre el suelo. Algo similar a una bolsa floja de huesos. El semblante de Wright estaba pálido. Era espectral. La mueca cadavérica, recordaba una infinita angustia y también al vampirismo.


Los invito a visitar su cuenta de instagram @valdeir.arte 

¡Muchisimas gracias @valdeir. arte por la confianza!

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